SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

Finalidad específica de cada  institución. Finalidad del conjunto de las instituciones.-

Hemos contemplado uno de los aspectos de las instituciones. Están constituidas por un conjunto de trabajadores. Y mucho de estos  trabajadores forman parte de las organizaciones del movimiento obrero. Y forman parte de este movimiento aportando precisamente sus especialidades, que acabamos de ver.

Las instituciones, sin embargo, tienen otras caras, alguna de ellas más importante que ésta anterior. Y aquí hay que distinguir, entre todos y cada uno de los trabajadores, y la institución en su conjunto. Es decir, hay que distinguir entre lo que intenta conseguir cada trabajador realizando su función, y lo que persigue la institución en su función global. Los trabajadores persiguen con la prestación de trabajo, ganarse la vida, ganar un sueldo para hacer frente a sus gastos; nada más. La institución, sin embargo, tiene una función particular que tiene que cumplir, y para la que ha sido creada. Para entenderlo mejor, basta pensar en un par de instituciones. Los trabajadores del museo del Prado, trabajan para ganar un sueldo; el museo, sin embargo, cumple, ha de cumplir, la función para la que se ha creado, de lo contrario dejará de recibir el dinero que para su funcionamiento recibe del Parlamento; los trabajadores del ejército solo buscan un sueldo, el ejército, sin embargo, ha sido creado para aplicar la violencia masiva en los casos necesarios.

Estas funciones características de las instituciones (hacer posible la reproducción de un proceso de trabajo), pueden plantearles problemas con sus propios trabajadores. Hemos dicho que los trabajadores de las instituciones buscan con la prestación de su trabajo la obtención de un sueldo, nada más. Mientras que la institución en sí puede perseguir un fin concreto que choque con el interés de los propios trabajadores. En muchas dictaduras, la policía (una institución) ha perseguido y encarcelado –mediante la participación de otra institución (los jueces, el juzgado)- a los sindicalistas representantes de los propios trabajadores de estas dos instituciones.

Este tipo de contradicciones, de choques entre los trabajadores de las instituciones y su dirección, es características de estos trabajadores.

 En la producción el choque lo produce la mejoría de las condiciones de trabajo como exigencia de los trabajadores, y la búsqueda de la máxima ganancia como exigencia del empresario; de ésta constante confrontación nace la principal línea de actuación de la parte sindical del movimiento obrero.

Los trabajadores de las instituciones no repiten exactamente este tipo de confrontación. Su dirección no persigue la máxima ganancia (ellos no producen mercancías ni crean valor), sino el cumplimiento de un objetivo. Y aunque ellos, en principio, no buscan más que un sueldo y una jornada favorables, se ven implicados en el objetivo de la institución. Lo vimos con el conserje del Banco de España. El es un “machaca”, un simple trabajador que ejecuta tareas muy sencillas, pero... la institución en que trabaja es muy importante. El no es un obrero. Este enorme tirón de la institución sobre sus trabajadores (más evidente cuanto más se sube en la escala de la organización propia de la institución), tiene una gran influencia sobre la inclusión de éstos en la organizaciones del movimiento obrero.

Y esto tiene un gran interés, por lo siguiente. La relación de trabajo más importante y más representativa en nuestro país ( y su entorno) es la relación de trabajo por cuenta ajena. Y para reproducir este tipo de relación (trabajador, siempre “trabajador”, y empresario siempre “empresario”) es para lo que ha nacido y funcionan las instituciones (Parlamento, administraciones, etc.). Es decir, nuestras instituciones tienen como finalidad general (luego, cada una tiene una finalidad específica para lograr el fin general) la reproducción de la producción en forma capitalista. La reproducción ordenada y “pacífica” del capital, por un lado y del trabajador por otro.

A esta repetición ordenada de los procesos de trabajo por cuenta ajena, apoyada por todas las instituciones que hacen posible esta repetición, y adornada con todas las instituciones no estrictamente necesarias, pero muy convenientes, se le llama el sistema. La institución que no encaja en este engranaje, desaparece.

Las instituciones, según hemos visto anteriormente y acabamos de repetirlo, encajan en el sistema porque es la producción, como eje del sistema, quien las crea y las mantiene. La producción, en general, no existe. Existen diversos tipos de producción; según la relación que se establece entre el trabajador y sus medios de trabajo. Existe y se puede estudiar, la producción que se dio en el antiguo Egipto, con las instituciones de apoyo necesarias (el Faraón y sus soldados armados, y los sacerdotes y sabios que lo asistían) y así pudieron dejar obras (de derroche de trabajo inútil para los trabajadores) como las pirámides.

En nuestro sistema, igualmente las instituciones las mantiene (las crea de nuevo o las adapta) la producción. Pero la producción, en nuestro sistema, tiene una dirección, puesta por el capital. Por tanto, las instituciones, que las identifica precisamente su finalidad, han de tener una dirección siempre controlada para que cumpla con fidelidad. Para ello se establece por norma que la dirección de la institución la nombre siempre quien dirige la producción.

De manera que, de los dos grandes conjuntos que constituyen lo esencial de la fuerza del trabajo de nuestro país, se puede decir lo siguiente.

El que trabaja en la producción material, lo hace en su mayoría, bajo el mando, y por cuenta de los dueños de los medios de trabajo, que de esta forma controlan su conjunto.

El otro conjunto, el que trabaja en las instituciones bajo las órdenes de la dirección y dentro del cuadro de funciones que la vienen señaladas a la misma por quien la crea y mantiene, viene asimismo controlado por quien manda en la producción.

De lo dicho, retendremos que el conjunto de las instituciones de nuestro país tienen como finalidad general el pacífico y normal funcionamiento de la producción capitalista, o lo que viene a ser igual, su reproducción ordenada. Esta será la señal que nos indicará cuándo las instituciones pierden importancia, o ganan, en el conjunto de ellas y en sus relaciones. Un ejemplo de estos corrimientos de las instituciones, en la escala de importancia de unas con otras, lo tuvimos en nuestra guerra civil. El ejército y la policía, que normalmente no son protagonistas visibles de la reproducción capitalista, en un momento dado, los amos de las producción (y de la reproducción) entienden que deben corregir el funcionamiento de otras determinadas instituciones (sindicatos obreros, partidos obreros, el mismo Parlamento y el Gobierno). Suprimen por la violencia, cumpliendo con su especialidad, las instituciones supuestamente poco servibles, y ponen en su lugar un tipo de partido y de sindicato, de Parlamento y de Gobierno perfectamente adecuado para facilitar al capital su absoluto dominio. La Iglesia pasa también a primer plano para, como siempre, tener por bueno y saludable el nuevo orden.

Cuando, pasados unos años y lograda una considerable acumulación de capital, éste comienza a tener lazos importantes con el capital americano y europeo. De nuevo las exigencias de su reproducción (en este caso su reproducción ampliada, con importantes entradas de capital europeo), exigen una redistribución de funciones entre las instituciones y llega la llamada transición. Los militares se van a sus cuarteles y los curas a sus Iglesias (no se van lejos, pueden ser necesarios en cualquier momento -de vez en cuando lo recuerdan-). Aparecen, reaparecen, sindicatos y partidos obreros, Parlamento y Gobierno elegidos... y... a cumplir su función: la ordenada reproducción de la producción capitalista (en la nueva forma).

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